Es un camino que llena de yagas nuestros pies, nos agota físicamente, unas veces es llano donde podemos continuar con serenidad y contemplar el paisaje; otras veces es duro, lleno de piedras, pendientes y dificultades. ESTE ES NUESTRO CAMINO.
Por otro lado, también nos encontramos en el peso de mi mochila y la de mi hermano, es el camino del orante, preparando comida, dando viajes en coche para recoger al hermano que decae, para cubrir aquellas necesidades que vemos oportunas… Es el camino del otro, no sólo el mío, que también me cuestiona, me interpela y me hace reflexionar.
Nos sentimos cansados, sin fuerzas, doloridos…, sin embargo, nos sorprende como nos vamos recuperando a lo largo de la tarde. Las curas de las yagas, los masajes, pero sobre todo el abrazo, la mirada, la palabra de aliento del hermano es lo que nos hace “resucitar”. ¡Merece la pena! ¡Llegaremos al final! , a nuestra meta, que no es más que lo que Dios nos tiene preparado... ¡SANTIAGO!
Nos sentimos satisfechos, orgullosos de esta oportunidad que se nos está brindando.
Nos llenamos de FUERZAS y de GANAS para vivir el CAMINO de nuestra vida y el de nuestros hermanos. Pero lo haremos ahora de manera diferente porque hemos sentido la fuerza del Señor y hemos descubierto que PODEMOS, siempre y cuando pongamos toda nuestra confianza, primero en Él y después en nosotros mismos.
Nos marchamos para continuar caminando por el sendero de nuestra vida.
Gracias Señor por hacer CAMINO en cada una de nuestras vidas.
¡FELIZ REENCUENTRO CON TU CAMINO, HERMANO!
Dos peregrinos anónimos.
